Toca cerrar el proyecto: la hora de FP. Escrito por elSalmantino

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Vivir el madridismo es una aventura de la que uno nunca se cansa, y aunque los momentos que nos toca vivir, grotescos hasta límites intolerables, invitan a la desazón y al hartazgo, creo que se dan precisamente ahora las circunstancias propicias para que el rumbo de tan grandioso club vire hacia la modernidad y deje atrás lo más casposo de las características patrias.

Tras la última derrota contra el Barça se han sucedido una serie de acontecimientos que por desgracia son perfectamente explicables en este club, con estos seguidores, en este país y con esta prensa. Estaríamos ante el enésimo episodio protagonizado por los mismos de siempre (esos mismos que, en su gran mayoría, se callaban como lo que son durante la presidencia del inefable Ramón Calderón, todo un ejemplo de savoir-faire a lo que parece) si no fuese por algún rasgo diferenciador especialmente destacable. Así: el Real Madrid está realizando una temporada espectacular, con números de récord; y eso en un club donde superar retos es muy difícil debido a un pasado brillante y legendario como ningún otro antes. Todo ello enfrentándose a un Barça que, al decir de tantos, no sólo está en el mejor momento de su historia sino que, ahí es nada, es el mejor equipo de ayer, hoy y siempre; de este universo y de cualquier otro que pudiese existir. A ello hay que añadir que los últimos años el madridismo se había (mal)acostumbrado preocupantemente a quedar eliminado contra equipos muy modestos en la competición de la que es actualmente campeón y a hacer el ridículo en "su" Champions, donde ya ni era cabeza de serie. ¿Dónde está el drama, pues? ¿Qué ocurre para que los que nunca silban al contrario ni animan a los suyos procedan a abuchear a los que sí lo hacen? ¿Qué es tan grave para que todo tipo de opinadores, alguno hasta sensato en días alternos, abandonen toda preocupación por las formas mientras insultan a la más simple inteligencia con su inexistente fondo?

Es simple y complicado a la vez, y no pretenden estas líneas ser un tratado sociológico. Pero convengamos que tiene que ver con las urgencias de un club en el que todo ocurre demasiado deprisa, hasta la pérdida de memoria, y donde anida esa peculiar especie de aficionado conocida como "pipero" del que ya hablamos en un artículo anterior y que ha demostrado ser capaz de superar a su propia caricatura; con un Barça que maneja muy oportunamente la propaganda, transmitiendo que sólo su fútbol es bello, que sólo ellos son buenos deportistas, que gracias a su modelo España ha salido de su letargo tercermundista logrando una Euro y un Mundial… logrando con todo ello que se olvide su mediocre pasado (muy reciente en algunos aspectos) repleto de aquello que dicen denunciar: jugadores de moral más que dudosa, fútbol agreste, fiascos millonarios, presidentes lamentables, entrenadores curiosos: cobardes unos, bocazas los otros…

Añadamos un factor esencial para que semejante cóctel tenga la consistencia adecuada: una prensa que, en lo deportivo especialmente, ha decidido hace tiempo seguir el
camino del corazón o, para ser más preciso, de la bilis. Abundan programas por doquier donde entrenadores frustrados, jugadores fracasados y periodistas vagabundos (generalizamos al prensil modo) tratan de adoctrinar al aficionado mediante los tradicionales y efectistas métodos de la manipulación, el sectarismo, la mentira y la propaganda.

Con todo, para poder alcanzar a comprender tanta infamia en tan poco tiempo y de forma tan manifiestamente injusta es necesario un ingrediente más: en este país, que se llama España, igual ahora que antes de ganar una Euro o un Mundial, se tiene una peculiar relación con él éxito ajeno, despreciando a quien lo consigue mediante el mérito y envidiando a los que poco tienen que admirar si no va acompañado de una humildad rayana en la disculpa, sea fingida o no.

Así, alguien como MOU, un profesional excepcional que aun siendo plenamente consciente de todo lo que rodea al mundillo no está dispuesto a fingir lo que no es, sólo puede ser tratado al patrio modo: insultos, desprecio, ninguneo… Si además tiene la osadía de tratar de profesionalizar el club que le paga, llevándose por delante los favores debidos, los chivatazos esperados, las comidas de confidencias… en definitiva, el periodismo a la carta y las baronías en el vestuario, la cosa sólo podía acabar así.

Pero hay lugar a la esperanza. Tenemos a un presidente, elegido por unanimidad no hace tanto, que tomó una decisión arriesgada en su momento cambiando todos los criterios que había usado hasta la fecha, y que tras comprobar que el elegido era aún más valioso de lo esperado, no dudó en profundizar en el camino correcto expulsando de su vera y, consecuentemente, de la nómina del club, a uno de los mayores fraudes que ha dado el deporte-espectáculo-periodismo del fútbol, de nombre Jorge y de apellido "Valdanágoras".

Toca ahora dar el siguiente y definitivo paso. El que sería propio de un líder que olvida componendas y se centra en aquello en lo que realmente cree: justo lo que hizo en su momento D. Santiago, haciéndole eterno entre el madridismo.

No hay vías intermedias: o se apuesta por la profesionalidad, la independencia y el modernismo que representa Mourinho o se regresa al vasallaje, a las "grandes sentadas", al supuesto señorío, gran patraña vaciada de todo contenido.

Cuenta Florentino para ello con un apoyo nada despreciable, muy de la época, y que ya es temido por la canallesca: las redes sociales, donde el madridismo en pleno ha logrado que sea TT mundial #moucontigoestamos

Póngase a ello, sin aspavientos, de forma silenciosa, y siempre en connivencia con Mou y Sánchez; hágale ver a los jugadores que la presidencia tiene las cosas muy claras. Entre en la historia dejando trabajar a quien sabe de esto y no se preocupe de los abucheos: invierta en girasoles.